Wednesday, March 9, 2011

¿Por qué siempre me gustan los gays?



¿Por qué siempre me gustan los gays?



Pilar estaba tremendamente enamorada de un compañero de trabajo, pero ni en sueños podía pensar en ser correspondida. Su objeto de deseo tenía una orientación sexual en la que ella no encajaba. Era homosexual.

No era la primera vez que a Pilar le pasaba lo mismo. Ya era la tercera vez que se enamoraba perdidamente de hombres que la querían, pero nunca podrían corresponderle. Chicos con un punto diferente de delicadeza, ternura, estética o vete a saber qué era lo que le hacía sentirse atraida por ellos. Pero el caso es que la historia acababa por repetirse.
Pilar tomaba confianza, les conquistaba con su dulzura y, a partir de ahí, sólo tenía dos salidas. O ellos un día decidían compartir su vida sentimental con ella y le torcían el gesto cuando sólo había hombres en escena, o ella se lanzaba a la piscina antes de que llegara este punto para encontrarse con la cruda realidad de que no había agua para ella.

Pilar se queja a menudo de su mala suerte, a veces con ironía, a veces con resignación y otras con una visión de la vida que deja siempre entrever el enorme amor no correspondido que siente por sus objetos de deseo. A veces -medio en broma, medio en serio- dice que igual sus chicos cambian algún día y ella será la primera en estar allí para verlo. Sus amigos, entre sorprendidos y crueles, bromean a la cuarta cerveza y se felicitan porque no sienta nada por ellos, lo que sembraría dudas de su masculinidad en el grupo. Y ella no sabe si sentirse más molesta por la broma o por la realidad que esconde. Ha convertido sus objetos de pasión en amores platónicos o amigos del alma.

Hoy Pilar está más triste y enfadada que nunca. El viaje juntos que con tanto mimo habían preparado se convirtió en una pesadilla el día que presentó en una terraza a su Vicentín y su amigo Alberto, otro antiguo objeto de deseo venido a menos. Ella nunca había esperado nada, pero el hecho de que su amor platónico la arrinconara a un lado en beneficio del polvo ocasional de las tres noches siguientes ha sido un golpe demasiado duro, incluso más que el del amor no correspondido.

(Anónimo)

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